miércoles, 28 de diciembre de 2011

EURO CUMPLE 10 AÑOS EN MEDIO DE CRISIS EN EUROZONA


Los europeos tienen sentimientos ambivalentes hacia el euro, que ahora se enfrenta a una situación incierta en relación con su estabilidad.

Imprescindible en la vida diaria y alabado por sus aspectos prácticos, también se lo asocia al alza de precios y a una nostalgia de las antiguas monedas alimentada por la crisis. 
En las calles de Madrid, París o Bratislava, el tema es recurrente: el paso al euro encareció el coste de la vida. "Un caramelo costaba 1,5 francos hace diez años íHoy cuesta 2 euros!", se queja Viviane Vangic, de 37 años, en el centro de París. "Desde que tenemos el euro en Francia perdimos nuestro poder adquisitivo", afirma.
"Cuando pasamos al euro, lo que costaba 100 pesetas pasó a costar un euro", es decir, 160 pesetas, coincide en señalar María Angeles en Madrid. Según un sondeo reciente, el 85 por ciento de los alemanes consideran que el paso al euro provocó un alza de precios.
Pese a que las estadísticas contradicen esta tesis de una inflación anormal ligada al paso al euro -los precios aumentaron una media de 2 por ciento en la Eurozona en los últimos diez años- la idea persiste, sobre todo en aquellos europeos nostálgicos de su antigua divisa. Es el caso sobre todo en los países que adoptaron el euro recientemente. "Todos los precios subieron" desde la llegada del euro a Eslovenia en 2009, afirma Elena, una jubilada de 72 años de Bratislava que "sigue contando en coronas cuando hace la compra".
Sin embargo, cada vez son menos numerosos los que hacen este tipo de cálculos. Así, en los países que acogieron la moneda única en la primera ola, el 1 de enero de 2002, el euro es la moneda con que crecieron todos los jóvenes y forma parte de sus vidas. "íYa no sé hacer la conversión! Todo lo cuento en euros", afirma Stephanie Jourdain, una parisina de 23 años. "Estoy apegada al euro, desde que tengo dinero para gastar siempre ha sido en euros", explica Anna Hillig, una joven berlinesa de 24 años.
Para ella, el marco, por el que los alemanes profesan su amor en todos los sondeos, es solo un recuerdo. Poder pasar de un país a otro sin tener que cambiar de moneda es una de las grandes ventajas del euro. "Los euros son mucho más prácticos cuando se viaja", declara Anni Raudsepp, ama de casa estoniana de 54 años.
Su país fue el último en ingresar a la zona euro a principios de este año. "Ya no necesito cambiar divisas cuando viajo", reconoce también Kamil Rodny, de 29 años, que vende carpas en Bratislava. "Pero la verdad es que ya no viajo, porque es muy caro", agrega, aunque reconoce que no es necesariamente culpa de la divisa europea.
Su compatriota Jano Bosansky, empresario, es mucho más hostil hacia la moneda única. "Volamos en ayuda de los países endeudados, les prestamos dinero, y todo es más caro", lanza. El euro, la manifestación más tangible en la vida diaria de la integración europea, es el perfecto chivo expiatorio en estos tiempos de crisis de la deuda, desaceleración económica y recortes presupuestarios.
En España, el 70 por ciento de la población considera que la divisa europea no les aportó nada o casi nada bueno, según un sondeo reciente. "Para mí, es lo peor que nos ha pasado", se lamenta María Angeles en Madrid.
"Estamos arruinados", agrega. En Grecia sin embargo, epicentro de la crisis de la deuda y en plena recesión, es menor la nostalgia de la antigua moneda. "Si volvemos al dracma caeremos en la pobreza, no tiene ningún sentido, realmente", considera Angeliki, una jubilada de Atenas.
Grecia "es miembro de un conjunto importante que es la Unión Europea", agrega Andreas, un estudiante para quien aunque solo sea por esta razón el país debe permanecer en el euro.
Fuente El Tiempo.com

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