Mientras un grupo de estudiantes salía corriendode la escuela pública Tasso da Silveira, ensangrentados por los disparos a quemarropa de un joven que se hizo pasar por conferencista, un oficial recogíauna nota que yacía al costado del cadáver del muchacho. En el colegio y en sus alrededores la escena era de terror. En el texto solo se hablaba de una enfermedad y del perdón de Dios.
“Deberán saber que los impuros no podrán tocarme sin guantes; solamente los castos o los que perdieron sus castidades después de casarse y no se vieron envueltos en adulterio”, señala la nota, según la publicación de El Mundo.
“O sea, ningún fornicador o adúltero podrá tener un contacto directo conmigo, ni nada que sea impuro podrá tocar mi sangre. Ningún impuro puede tener contacto directo con un virgen sin su permiso”, sigue, al parecer, en referencia a su supuesta enfermedad. Más temprano, el teniente alcalde de la Zona Oeste, Edmar Peixoto, había dicho que en la carta el asesino decía que es VIH positivo. Eso podría estar incluido en otro fragmento aún no difundido a la prensa.
En otro extracto, Wellington Menezes de Oliveira incluso da instrucciones para quienes visiten su tumba. “Los que cuiden de mi sepultura deberán retirar toda mi vestimenta, bañarme, secarme y envolverme totalmente desnudo en una sábana blanca que está en este edificio, en una bolsa que dejé en la primera sala del primer piso. Después (...) pueden colocarme en mi ataúd. Si es posible, al lado de la sepultura donde duerme mi madre”.
El escrito del joven de 23 años no termina ahí. Acaso como un arrepentimiento anticipado, pero demostrando que era consciente de lo que hacía, prosigue: “Necesito la visita de un fiel seguidor de Dios a mi sepultura al menos una vez. Que rece (...) pidiendo el perdón de Dios por lo que hice y rogando para que, en su llegada, Jesús me despierte del sueño de la muerte para la vida”.
“UN ACTO PRACTICADO POR UN ENFERMO”
El sargento Márcio Alves confirmó el suicido del asesino, quien estaba armado con dos pistolas, una calibre 38 y la otra calibre 32, y bastantes municiones.
El sargento Márcio Alves confirmó el suicido del asesino, quien estaba armado con dos pistolas, una calibre 38 y la otra calibre 32, y bastantes municiones.
“Llegué y ya estaban ocurriendo los tiros. Encontré al sinvergüenza en una sala. Apuntó el arma en mi dirección, fue disparado, cayó en la escalera y cometió suicidio”, explicó. “Cumplí mi deber”, agregó.
Por su parte, la presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, pidió un minuto de silencio para homenajear a “los brasileñitos que fueron sacados tan temprano de la vida”.
El coronel de la Policía Militar, Djalma Beltrame, tildó de “enfermo” a Wellington. “Yo tuve acceso a la carta en un momento muy turbulento y lo que puedo decir es que fue un acto practicado por un enfermo. La propia carta indica eso”, declaró.
EL DRAMA DE LOS SOBREVIVIENTES
“Para mí va a ser un trauma difícil de borrar porque vivo frente a la escuela y conozco a muchos niños. Después de que la policía se informó de la situación salí corriendo y abracé a mi hija”, dijo Hercilei Antunes, que encontró a su hija de 11 años escondida debajo de una mesa dentro del colegio tas el tiroteo.
“Para mí va a ser un trauma difícil de borrar porque vivo frente a la escuela y conozco a muchos niños. Después de que la policía se informó de la situación salí corriendo y abracé a mi hija”, dijo Hercilei Antunes, que encontró a su hija de 11 años escondida debajo de una mesa dentro del colegio tas el tiroteo.
El alumno Marcos Vinícius, de 11 años, afirmó que tuvo miedo de morir junto con todos sus compañeros. “Todo el mundo se acostó en el suelo y se mantuvo en silencio. La profesora pidió que nos mantuviéramos sin hacer ruido para no llamar la atención del asesino”, sostuvo.
“Muchos compañeros estaban llorando, pensé para mí “si él entra, todo el mundo muere”. Me sentí feliz cuando vi a mi mamá, pero fue una película de terror. No se puede olvidar una cosa como esa”, añadió el joven.
Según el Gobierno, había 400 alumnos de entre 9 y 14 años dentro de la escuela cuando tuvo lugar el ataque.
Fuente El Comercio
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